
Por: Alberto Acosta
Alberto Acosta es economista. Profesor-investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO). En 2007 fue Ministro de Energía y Minas del Ecuador, de 2007 a 2008 fue Presidente de la Asamblea Constituyente y en 2013 candidato a la Presidencia de la República. Él es uno de los padres espirituales de la Iniciativa Yasuní-ITT.
«Nada es un signo más real de necedad que hacer lo mismo y lo mismo una y otra vez, y esperar que los resultados sean diferentes». Albert Einstein
El extractivismo como categoría de saqueo y devastación
El extractivismo es una modalidad de acumulación que comenzó a fraguarse masivamente hace 500 años. Este es un concepto que nos permite explicar el saqueo, la acumulación, la concentración, la destrucción y la devastación colonial y neocolonial, así como la evolución del capitalismo hasta nuestros días. Desarrollo y subdesarrollo, como dos caras de un mismo proceso, son elementos que hay que ubicarlos en este contexto.
Para intentar una definición comprensible utilizaremos el término de extractivismo cuando nos referimos a aquellas actividades que remueven, grandes volúmenes de recursos naturales que no son procesados (o que lo son limitadamente), sobre todo para la exportación en función de la demanda de los países centrales. El extractivismo no se limita a los minerales o al petróleo. Hay también extractivismo agrario, forestal e inclusive pesquero.
La apropiación de recursos naturales, donde estos son extraídos por medio de una serie de violencias, atropellando Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza, “no es una consecuencia de un tipo de extracción sino que es una condición necesaria para poder llevar a cabo la apropiación de recursos naturales”1 , como atinadamente señala Eduardo Gudynas. Y se lo ha hecho sin importar los impactos nocivos de los proyectos, así como tampoco el agotamiento de los recursos.
Por lo tanto, más allá de algunas diferenciaciones más o menos importantes, la modalidad de acumulación extractivista está en la médula de la propuesta productiva tanto de los gobiernos neoliberales como de los gobiernos “progresistas”, que experimentan una segunda fase del neoliberalismo, como anota Raúl Zibechi.
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