Juan Cuvi
Analista político independiente,
ex dirigente de Alfaro Vive Carajo.
Frente Montecristi Vive
Mayo 4, 2011
Tarde se percató el gobierno del grave error que cometió con su excesivo triunfalismo. Hoy, ni la agobiante publicidad oficial parece revertir la tendencia decreciente del SI en la consulta; es más, el abombe publicitario está provocando una reacción contraria a la deseada por sus promotores. La población ve con suspicacia y fastidio la incontrolable hemorragia de fondos públicos en que ha incurrido la propaganda oficial.
Se nota que del empuje arrollador inicial, el gobierno ha pasado a una reacción donde priman la preocupación y la angustia. En medio de las evidencias desalentadoras, las respuestas han sido torpes y precipitadas. Sus propios voceros han sido los primeros en hacerse el harakiri. Han adelantado su derrota en las urnas, por el simple hecho de haber reducido paulatina y significativamente sus expectativas. Del triunfo arrollador del comienzo (7 a 1 se proclamó orondamente) han pasado a un modesto 2 a 1 que, según las encuestas, se acerca a un dramático empate técnico, que podría terminar en un consolador “del lobo un pelo”. Además, el NO ganaría en algunas provincias y preguntas, lo cual, más allá del resultado global, constituye por sí solo un triunfo indiscutible.
Haberle entregado la conducción política a los publicistas provoca, como se está constatando, consecuencias fatales. El marketing político tiene demasiadas limitaciones para lidiar con la realidad cuando esta se vuelve demasiado compleja. Entonces aparece con mayor desparpajo esa parte de ficción sobre la cual construye sus mensajes. El ilusionismo de los spots publicitarios ya no alcanza para disimular el agotamiento social, el descontento, las discrepancias ni los problemas cotidianos de la gente. La fe en la contundencia de la manipulación comunicacional nubla la capacidad de análisis y anula la objetividad.
En estas condiciones, el próximo escenario político nacional no será la discusión sobre los resultados de la consulta, sino la forma en que el gobierno procesará este revés electoral. Su respuesta puede ser la sobrevaloración artificial del SI (aunque triunfara con un margen estrecho), para luego justificar la imposición de la agenda gubernamental; o quizás la recriminación generalizada a los votantes del NO, culpándonos de la imposibilidad de resolver los problemas del país. Hacia allá están orientados esos mensajes apocalípticos respecto de la eventual derrota en la consulta, cuando lo más sencillo es retomar el camino establecido en la Constitución, aplicar sus tiempos y procedimientos, y dejar de creer que el apuro legislativo puede sustituir al diálogo y a los acuerdos políticos.
Personalmente –y espero sinceramente equivocarme– veo pocos elementos que auguren una respuesta visionaria, generosa y madura desde el poder.
Dejar una contestacion