Diario EXPRESO, Lunes 11 de abril de 2011
Análisis de José Hernández a 26 días de la Consulta 2011
Un juego -¿dónde está la bolita?- se presta para hacer, al oficialismo y a la oposición, una pregunta: ¿Dónde está la estrategia para esta consulta popular? Por supuesto, Rafael Correa, sujeto político en esta campaña, pudiera decir que ese interrogante huelga. Él tiene claro lo que quiere, lo ha dicho abiertamente y no hay cómo dudar.
Sin embargo, sus bandazos dan a pensar que esta vez el líder de PAIS no sabe cómo golpear ni a quién exactamente. Más de cuatro años después, habla de lo mismo sobre los mismos: poderes fácticos, de aquellos que arruinaron el país, de los banqueros corruptos de hace 13 años…
Resucita molinos de viento para remozar un discurso que vuelve salpicado de tesis jurídicas, promesas de puentes y carreteras y un futuro seguro con jueces virtuosos. La campaña de Correa más parece un precalentamiento presidencial. ¿A quiénes ataca? La actualidad lo inspira: Alberto Acosta, Gustavo Larrea, los dirigentes indígenas, sus viejos aliados del MPD, Lucio Gutiérrez, Jaime Nebot ya no aparece…
Por supuesto que el mayor vocero del Sí puede permitirse cualquier estrategia porque, al fin y al cabo, él es el principio y el fin de la consulta popular. Sin embargo, sus bandazos pudieran explicarse porque es la primera vez que el presidente de seis victorias tiene ante sí un panorama difuso. El No (al margen de su volumen) esta vez no tendrá propietario.
Es tan disímil que va desde de extremo (izquierdo) a extremo (derecho). En esa tendencia se topan anticorreístas de siempre, excompañeros de ruta y correístas convencidos de que su líder no necesita más poder. La oposición no sabe dónde está la bolita. Esta vez su juego está en todas partes y puede beneficiarse de cualquier gesto, anuncio o declaración del presidente.
Él cesa de acumular capital político y empieza a gastar. Esa es una ventaja que la oposición no había tenido hasta ahora: convertirse en un frente abierto, disperso, disímil, sin dueños y que, para sus fines, puede contar con el concurso del propio presidente. Es la primera vez que la oposición no tiene que preocuparse de dónde está la bolita.
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