Diario El Mercurio, 16 abril 2011
Análisis político
Marco Salamea Córdova
A pesar de que la Constitución del Ecuador comporta un conjunto de elementos y mecanismos para promover una democracia participativa, la práctica gubernamental actual no se orienta precisamente a promover este tipo de democracia.
Si bien la convocatoria a consulta popular para el 7 de mayo puede hacer pensar lo contrario; sin embargo, si la consulta no está ligada a la promoción de una decisión reflexiva y responsable del pueblo frente a cada una de las preguntas, la participación puede terminar convertida en la simple utilización del pueblo para aprobar o legitimar determinadas políticas gubernamentales. En este sentido, no sorprende que hasta las dictaduras, para legitimarse, hayan recurrido al uso de consultas populares.
Si no hay una democracia participativa, podría pensarse entonces que lo que vivimos es una democracia representativa; empero, en una democracia de este tipo se supone que los funcionarios electos por el pueblo actúan como representantes de este, como autoridades que actúan según las demandas y mandatos de sus representados; es decir, en esta democracia el pueblo es el mandante y sus llamados representantes deben actuar como sus mandatarios: Lamentablemente, tampoco este tipo de democracia parece corresponder a la realidad política ecuatoriana.
En ese marco es más pertinente hablar de que en el Ecuador de hoy se vive, más vale, lo que se conoce como “democracia delegativa”; la misma que, a tenor de lo que dice el politólogo Guillermo O’ Donell, se caracteriza por el hecho de que quien gana la elecciones estaría facultado para gobernar el país conforme lo creyere conveniente. “Como consecuencia, se recrean tendencias con inclinación mayoritaria e individualista: los electores expresan sus opciones en procesos sumamente emotivos y consagran un ganador absoluto, una especie de Leviatan( el famoso monstruo bíblico) o un delegado capaz de situarse por encima de los conflictos, aislándose del resto de las instituciones y convirtiéndose en el único responsable de los aciertos y errores”.
Se trata de una democracia, cuya dinámica afecta tanto al sistema de división de poderes (provocado por el aumento de poder del órgano Ejecutivo del Estado), como a la función del ciudadano, reducido al papel de elector-delegador al momento de la elección y, luego de esta, a una mera condición de “espectador pasivo”. El riesgo de este tipo de “democracia” es que la misma caiga en nuevas y peligrosas formas de dominación política, o que, potencialmente, conduzca a formas antidemocráticas de gobierno, como la dictadura o, incluso, una monarquía.
FUENTE: http://www.elmercurio.com.ec/276527-%C2%BFque-democracia-tenemos.html
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